1. Una cámara se mueve ininterrumpidamente haciendo un circuito oval: el perímetro, volumen y cupo del Estadio Nacional en el ínfimo instante de su desmantelamiento. Extrañamente, una multiplicidad de estratos, capas y niveles de significación son reflotados y hundidos por la cámara para hundirlos y reflotarlos varias veces en su andar invariable.

2. Y el video de súbito toma gravemente por sorpresa instantes larga y lentamente enmudecidos. Cuarenta años. La brutalidad y la barbarie en el momento de la consolidación del olvido de los acribillados muertos insepultos durante esos días. La desaparición de esos días.

3. Ahí está, sin embargo, y copando todo ese lugar, la asistencia festiva de 80.000 personas, los ojos abiertos siguiendo silenciosamente los movimientos azarosos de una pelota de fútbol durante 90 minutos en un campo de pasto.

4. El video de Camilo Yáñez emplea la misma tecnología de las transmisiones del fútbol planetario televisado. Se trata ahora de un solo plano ritual que documenta la ausencia de todo juego, de todo alboroto popular, de todo griterío.

5. Y la cámara parece detenerse ante el griterío de los acorralados en el instante inmediatamente anterior a la caída a tierra de sus cuerpos. Un relámpago ilumina por unos instantes el pasado y el porvenir. El transito de la amnesia de uno al otro.

6. Impasible, opta la cámara, sin embargo, por una estrategia que desatiende completamente algún punto neurálgico: se desliza vaciando todo a su paso para poner de pie la inminencia de un Coliseo Romano de pacotilla en la era de la video-globalización del fútbol.

Eugenio Dittborn, Agosto 2013